Mientras tanto 

Una vez guardé un documento en el ordenador con el nombre ”mientras_tanto.odt”. Sabía que esas dos palabras no habían surgido del azar, que no había sido una ocurrencia (mi disco duro humano no da para ocurrencias), pero tampoco acertaba a localizar qué, cuándo y dónde estaba el título original de esa expresión que evoca la modestia, la humildad ante lo que vendrá, incluso una actitud en guardia. Lo que cuento es de hace cuatro o cinco meses, al menos; hoy, el azar es primo hermano de la paciencia, he desatado el nudo.

De la tragedia una farsa

Nos engañaron con la primavera de la misma forma que con este panel del aparcamiento del Arenal: al principio, cuando lo colocaron, anunciaba “dos horas gratis”; con el paso del tiempo, se cambió a “primera hora gratis” y, finalmente, pasados los años, lo que tenemos es “Tarifas especiales”, o sea, que te cobran desde el principio.

Tempus fugit

Agosto también tiene sus rutinas: la del mes inhábil, la de los cursos de natación y las escuelas de verano, la de quienes no tienen para vacaciones porque a duras penas hay para comer. El año pasado, tal día como hoy, estaba sin trabajo, cobrando el desempleo. A esta hora en que escribo -las ocho de la tarde- anduve precisamente en este mismo lugar, sentado en el césped de la piscina municipal. Ese primer día de agosto, que recuerdo mejor que anteayer, fue muy parecido al de hoy (lo cual no es necesariamente una apreciación despectiva), pero los muebles de mi cabeza de hoy son muy diferentes de aquellos: distintas preocupaciones, perspectivas, incluso maneras de ver los entornos más inmediatos.