Esplendor en la hierba 

Termino de leer Malentendido en Moscú en la espera de la piscina municipal. Me pregunto cuántos libros habré empezado y acabado in itinere o en los entreactos programados. Así, a bote pronto, recuerdo una colección completa sobre Poirot en los trenes de cercanías de ida y vuelta al trabajo en la Expo 92, sólo interrumpida cuando me acompañaba en el trayecto una chica de Las Portadas que trabajaba conmigo (con la que me casé, cuatro años más tarde).

La soportable levedad 

Una semana de acampada y, nada más llegar a casa, ya sé qué echaré de menos y qué recordaré de estos días de levante en la playa y horas tibias de lectura bajo los árboles, la (agradable) sensación de hallarme por las noches en el interior de la bodega de un barco, los vinos del atardecer al amor del fuego amigo y la absolutamente soportable levedad del ser.

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Hace veinte años, o eso dicen los informativos de la televisión. En el camping Jaranda, la megafonía había pedido un minuto de silencio "por el atentado en Biescas". De allí fuimos a Salamanca. Ahora, bajo estos árboles, no en Jarandilla de la Vera, sino en Zahora, veinte años después, la vida vuela, la vida mancha, tempus fugit.

Mi vecina será viral

La vecina de la tienda de abajo me contó ayer que lleva cuatro porrazos en la furgoneta en un mes. La pobre va renqueando y dice que si se da de baja no come. Así y todo asegura que ha tenido suerte, porque sus herramientas básicas de trabajo -el vehículo con que reparte y ella misma- aún siguen en pie, a duras penas y a expensas de que no haya mal de ojos de por medio, que aunque ella no cree en esas cosas, está por poner una vela a Santa María la Blanca.