Hay días en que suceden
muchas cosas, demasiadas, y no tienes tiempo para analizarlas con la persepectiva que se merecen. Hoy es uno de esos días, y llegas tarde a todas las citas, y también a casa, y sientes que las horas se han enrollado como las viejas persianas de tablillas y cuerda; y sobre la marcha, más bien como la línea continua pero ciclotímica de un electrocardiograma. La letra de aquella canción decía: «El dolor de cabeza que me protege cada noche, que me nubla la vista y me quita las ganas de beber»… pues algo así.