Cuando estuve de Director de Vivienda y Rehabilitación en AVRA compartí muchas horas de trabajo y conversación con Miguel Martín Manjón, un madrileño singular que, en el paso del tiempo, ha seguido manteniendo la amistad verdadera, esa que nada tiene que ver con las redes sociales o la frugalidad del lenguaje.
Han pasado los meses, ya tres años y pico, y esa amistad verdadera permanece incluso en la distancia. Miguel ahora ha obtenido su plaza en el Tribunal de Cuentas, y cada vez que puede nos llamamos o nos visitamos, yo a su Madrid, él a mi Sevilla. Estos días anda por aquí, y ha seguido cultivando, como es su costumbre, la mejor manera que le conozco de reforzar sus vínculos humanos: regalarme un libro.
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