Ventajas, relevancias
La ventaja del agosto en casa -de permiso (que diría mi padre) pero conectado, trabajandito sin estridencias ni deslomes- es una vuelta a la esquina para enfilar septiembre sin apenas síndrome posvacacional, si acaso echar de menos los desayunos extendidos y las rutinas ante el escritorio, miradas dispersas por la ventana y la vida al ralentí en la plaza, madrigales y suites francesas mientras tecleas o lees o anotas en el cuaderno. La ventaja del fin del verano es que recuperas lo que echas de menos, el inconveniente es que acabarás echándolo de menos, pero siempre nos quedará admitir por qué abril es el mes más cruel.