Sul ponte sventola bandiera bianca
No dejes nada sin desatar
Al entrar por el control de seguridad del Parlamento me tomaron la temperatura en la frente. El agente me advirtió: «Tiene usted 40,6º grados»; estuve a punto de responderle «Sí, soy un replicante» (no por la fuerza superior, tal vez sí por la alegoría de la humanidad), pero la broma no superó una segunda toma en la muñeca (36,5º C), si acaso un «arde la calle al sol de poniente», mucho más apropiado para las circunstancias.
Mis encuentros con Julio Anguita
Debía ser una madrugada de un fin de semana del verano de 1999, en Córdoba. Íbamos de vuelta al hotel y no teníamos claro el camino (entonces ni google maps ni nada); las calles estaban prácticamente desiertas y solo se veía a un par de viandantes acercándose despacio, charlando. Decidimos preguntarles. «No tiene pérdida, van ustedes bien, sigan todo recto y lo verán a unos 500 metros a la izquierda», nos dijo uno de ellos. Era Julio Anguita. Ese fue el primero, fugaz, como la mayoría. El segundo solo se hizo esperar unos días.
Nueva marcha sobre Gambogaz
«Gambogaz es solo una punta de lanza del expolio franquista. Sabemos que ya sienten nuestro aliento en el cogote los que siguen ocultando la verdad sobre esa casa del terror, en la que se convirtió Gambogaz, cuando se fue a vivir a ella el sádico homicida que llenó de luto, destrucción y hambre a nuestro pueblo. Tras setenta años de su muerte, es una vergüenza y una ignominia para el pueblo andaluz que no se haga justicia sobre Gambogaz».