Primera sesión.

Mañana con los sentidos en orquesta parabólica: veo on line las votaciones en el Congreso (donde, como escribe Gerardo Tecé, «el parlamentarismo ha asesinado al relato mediático»), apuro y separo a ratos el estudio de mis cosas estivales (reciclaje, vaya), escucho música gratificante (tanto que pienso, aun consciente del desborde intelectual: «¿Cómo he podido vivir sin este disco desde 1981?») y, en modo residual, hasta escribo. En la pantalla aparece, de vez en cuando, nuestra mujer de rojo (Engracia Rivera) sentada al lado de la (nuestra flamante) vicepresidenta tercera, Esther Gil.