Hoy todas las canciones que escucho me suenan bien, incluso las que ayer pasaron de largo como si nada. Hoy, cuando he salido a la calle, no he visto sociopatías ni malos humores; y eran las mismas personas, los mismos autobuses broncos y la misma plaza del Arenal. Hoy, aunque no puedo confirmarlo con estadísticas ni científicamente, me ha parecido que la gente sonreía más, que las mascarillas no podían (ni querían) ocultar muecas de luna creciente, que los rostros reflejaban menos miedo que benditas pocavergüenzas, de esas que sólo muy locas y muy cuerdas ven y entienden. Y lo mejor es que todo el mundo ha visto, contado y pensado lo mismo, incluso lo mismo de mí. Bienvenido, bienvenida, a lo que nos dijeron que era imposible. Sí se puede.