Cuando los informativos hablan de una mujer asesinada por su marido o pareja, la cultura social tiende a identificar el problema de la violencia de género como algo que sucede en el entorno familiar. Pero culminar un acto entre las cuatro paredes del lugar del crimen no significa que sea allí donde nació. El crimen machista es la consecuencia privada y más denigrante de una conciencia colectiva que lleva inoculado históricamente el germen del patriarcado.

Nada es inocente en ese dominio: ni los chistes de las secretarias, ni los anuncios de detergentes, ni el tuit de García Albiol sobre la lavadora de su mujer. Igual sucede con la homofobia, sobre todo en los hombres, o el racismo y la xenofobia, tan entroncados todos con el clasismo (un futbolista africano es admirado, un albañil africano viene a quitarnos el trabajo).

Por esa raigambre que llevamos desde hace siglos, la violencia machista no se erradica sólo con medidas orientadas al ámbito doméstico, sino haciendo frente a las estructuras patriarcales incrustadas en la sociedad. Y para ello es fundamental hacer políticas de prevención, sensibilización y detección, que engloben la violencia contra las mujeres de forma integral, que partan del origen estructural de la violencia y que sean capaces de detectar las diferentes formas de expresión de la violencia machista. Que un presentador de televisión haya metido la pata a raíz del juicio a esos chusmas que se hacen llamar La Manada, es un ejemplo de hasta dónde nos traiciona el in-consciente.

El patriarcado genera supremacía por sistema. Cuando una mujer trabaja gratis 58 días al año, se está condicionando su autonomía económica para mantenerla subordinada. Desde el «mujer tenías que ser» cuando se comete un error conduciendo el coche, hasta la catalogación de mujeriego/pichabrava/donjuan frente a puta/calientapollas/mujerzuela, pasando por la cantinela del «sexo débil» o el lenguaje de ciertos youtubers, el machismo no sólo es un problema entre un hombre y una mujer: es una cuestión de Estado, de modelo económico, de convicciones religiosas… en definitiva, de desigualdades socioculturales. El machismo mata porque es un rasgo definitorio de una sociedad que favorece las diferencias. Una sociedad sin clases no necesariamente acabaría con el machismo, pero al revés, sin duda, lo alimenta.

Este sábado salimos a la calle a gritar contra las violencias hacia las mujeres. En la manifestación de Sevilla, que sale de Plaza Nueva a las 12,30 h., en IU Sevilla llevaremos una pancarta con el mensaje: Frente a la violencia patriarcal, Igualdad radical. Te animo a acompañarnos.

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Una guía imprescindible para quienes seguimos empeñados en hacer de la importancia de la memoria democrática una realidad cotidiana.

Reseña de Mauricio Valiente.

La música del azar de este 2025, que me acompaña en el día a día, en casa, en el tren o en la carretera. Cada vez que algo nuevo me gusta, lo añado. Tal vez no encuentres una lista de grandes éxitos, pero no soy yo quien decide: son ellas, las canciones, quienes me eligen a mí.

Cancionero 2025 en Spotify.

No he visto Oppenheimer y creo que tampoco Interstellar, pero me ha gustado bastante el debut en guión y dirección (1998) de Christopher Nolan, titulado Following, «rodado en blanco y negro y en 16 mm, durante los fines de semana y con un presupuesto de 6.000 libras», según Filmin.

Reseña en Wikipedia.