En un vídeo de un minuto no cabe la madrugada del domingo al lunes, justo a la hora en que el único sonido del mundo está en el roce de los élitros de los grillos, las calles desiertas y las luces amarillas de las farolas salpicadas por El Arenal.

Tan sólo un minuto no es tiempo suficiente para contar reuniones que ocupan páginas de arial 11 en un acta; no cabe el cariño militante en las ferias de Palomares y La Puebla de Cazalla, ni la rabia por la injusticia de un sistema que pide 30 años de cárcel a jornaleras y jornaleros del SAT. Ni el apoyo a un alcalde de un pueblo de apenas 800 habitantes, utilizado por ese mismo sistema como pantalla para ocultar sus miserias.

Tal vez un minuto en un vídeo, con imágenes grabadas torpemente con un teléfono móvil, no da para presentar un libro que impugna, como escribe Isaac Rosa en su prólogo- la confianza suicida de que al fascismo se le vence votando, que vienen tiempos en que ser demócrata equivale a ser antifascista, que el capitalismo en su última fase ya puede funcionar sin democracia.