Retales de la semana

Las 19,50 h. en Tokio, según Jazz Sakura Radio, que acompaña con sonidos suaves, de madrugada. Mi jornada laboral de domingo a viernes en confinamiento tiene un deje de maratón para amateurs, puedes parar para ir a la cocina, rallar zanahoria con manzana, pero mirando de reojo las horas fijadas para la cita por videoconferencia, las novedades de los pueblos para IU Sevilla Info, las noticias que llegan por las alertas de Google, las publicaciones de las redes sociales, las materias grises oficiales…

En Radio Habana dan las 7 de la mañana. Me recuerda aquel disco de Manu Chao («¿Qué horas son, mi corazón?»). Los días vienen con las alergias a tope en el parque y mi hijo dibujando animales que empiecen por la letra h, por prescripción facultativa. Una cita de (siempre volver a) Saramago: buena verdad es que ni la juventud sabe lo que puede, ni la vejez puede lo que sabe; mi desescalada particular aterriza a ratos en esa idea, la edad fronteriza en que lo uno y lo otro se desdibuja pero al mismo tiempo concreta en pequeños hitos reconocibles, señales…

La fase uno no es el principio, sino un principio de final con advertencia que ojalá no sea la misma piedra donde tropiezan la frivolidad de los enemigos del pueblo, los aporafóbicos en sus diferentes ramificaciones, los que claman su libertad de aves rapaces. Por mucho que lo grites, ni Moreno Bonilla da ejemplo. Y no, la política no es basura, basuras son personas.

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Afortunadamente, la belleza entre visillos.

La compra en la tienda de abajo tiene un regusto nostálgico: varias personas haciendo cola, cháchara, cada cual con su cesta de la compra; la única diferencia es la distancia de seguridad, pero lo demás… Tal vez haya sumado algún kilo, aunque mi ropa no se ha escandalizado por ahora. Si mejor cuanto más cerca, mejor cuanto más lejos te hace necesitar la cercanía de la vieja normalidad sin puertas al campo; la gente que se pone las zapatillas deportivas por primera vez en años: es eso.

Mi hijo en un concierto de Fortnite cuando recibo este SMS (sí: todavía): «»Santander-ES»: Usuario deshabilitado por razones de seguridad. www.bit.ly/3fxxxx activar ahora b». Me entran ganas de responder dándole las gracias por lo que sea que signifique ‘deshabilitado’ a un banco con el que no tengo ninguna cuenta, ni corriente ni pendiente.

Que cada verano es el último, canta The New Raemon. En el último minuto de la canción, la sensación de que Morrissey va a quitarle el micro para adaptar su retahila “Oh mother, I can’t feel the soil falling over mi head”.

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