Es curioso: no me cuesta nada hablar de Concha Caballero, a pesar de la tristeza que produce siempre una ausencia, a pesar del silencio respetuoso que provoca referirse a alguien que ya no está a nuestro alrededor.
El primer invierno que ocupé su despacho en IU Sevilla le pedí a Chary un calentador para el frío. “Te doy el que usaba Concha”, me dijo. Ahí sigue, debajo de la mesa, esperando a que cambie el tiempo. El tiempo está lleno de cosas suyas, pero también objetos: una dedicatoria en el libro Sevilla, ciudad de las palabras; una fotografía con mi suegra, otra conmigo en una charla que dio en Dos Hermanas; un dvd con su intervención en un foro dedicado a la crisis, allá por el 2008… y muchas conversaciones: sobre Bruce Springsteen, sobre Belén Gopegui, sobre su propia familia, y también sobre Izquierda Unida (las que menos recuerdo, curiosamente).
No me cuesta nada hablar de Concha Caballero, probablemente porque su ausencia no es tal. Dijo Kechu Aramburu hace meses, en un homenaje que le hicieron en La Rinconada, que para Concha “Manolo Lay era su niño”. Algo de eso había, aunque no era una expresión maternal, aunque era compartido con otros sus niños, y también con sus niñas (María Izquierdo también era su niña). Cuando hablaba así se le arrugaba un poco la nariz, era un gesto suyo, característico, cuando sonreía.
Miente quien dice que en política no hay amistad: lo sé de buena tinta, lo he comprobado en mi asamblea local de Dos Hermanas y, también, en ella. IU Sevilla es una organización plural donde lo único que sobra es el sectarismo: eso lo aprendí de Concha Caballero, y puedo presumir de ello. No siempre coincidimos en las ideas, igual que ahora tampoco coincido con otros compañeros y compañeras de la dirección provincial; pero también hoy me considero niño de Juana, de Antonio Luis Girón… con quienes comparto mucho más que un lugar en la política, con quienes quedo para comer o tomarnos algo, para despellejarnos y reírnos, porque la vida es mucho más que las diferencias a la hora de levantar la mano en una votación.
No me cuesta nada hablar de Concha Caballero, por eso hacerle un homenaje me resulta emocionante y a la vez extraño. Se fue demasiado pronto como para irse. No son los recuerdos que me acercan a ella, es simplemente su presencia.