Uno de mis pintores clásicos favoritos es Caspar David Friedrich, muy dado él a paisajes naturales, muchas veces sinuosos y con a veces alguna figura humana, solitaria y de espaldas. Su obra Viajero ante un mar de nubes es la más conocida.
Cuando subo a Sierra Nevada lo hago para que mi pequeño vea la nieve. Vamos en plan familia unida, con bocadillos para echar el día, escapada de ida y vuelta, intentando evitar la montaña privatizada por especuladores de la naturaleza. No hay apenas un minuto para recogerte como los personajes de Friedrich, para sentirte actor secundario de una película de Sorrentino, con música de Minecraft al fondo, sólo lo justo para reconocerte insignificante en medio de tanta y tan frágil magnitud.
