Diario semanal: del 6 al 12 de febrero.

Dramatis Personae (por orden de aparición): Dolores Ibárruri, Mario Amorós, Salvador Allende, Víctor Hugo, Ernest Hemingway, Sergei Einsestein, Pierre Vilar, Froilán de Marichalar, Pequeño Nicolás, Juan Morillo, Miguel Guerrero, Alfonso Romera, Annie Ernaux, Niña Polaca, Isabel Díaz Ayuso, Señor Chinarro, Nacho Vegas, Antonio Montaño, B. J. Thomas, Burt Bacharach, Robert Redford, Paul Newman, Francisco Martínez, Ruiz Florindo, Juan Morillo, M83, Ladytron, Julia Holter, Brian Eno, Joel Fleischman, Pietro Marcello, Jack London, Michel Cloup, Depeche Mode y Manuel Tamajón.

Lunes, 6 de febrero.

He empezado a leer la biografía de Dolores Ibárruri ‘No pasarán’ que publicó nuestro querido Mario Amorós hace un par de años (y presentó en Dos Hermanas). Me temo (temor retórico) que voy a tardar en leerlo: tiene tantas referencias maravillosas que ya, en la segunda página, me he ido a buscar ese opúsculo editorial que incluye el discurso radiofónico de Pasionaria del 19 de abril del 31, el último del presidente Allende (11 de septiembre de 1973) y el de Víctor Hugo ‘Ce sang qui coule, c’est le vôtre’ (20 de abril de 1853). Que nuestra sangre que fluye es republicana y antifascista hoy mismo lo hemos vuelto a recordar.

Tres citas al inicio del libro.

Martes, 7 de febrero.

Miles de muertos por un terremoto, Froilán en el after ilegal con menores y drogas, el Pequeño Nicolás y su mafia policial, la confusión ante la reforma de la Ley del «solo sí es sí», los trenes que no caben por los túneles, los tres tapones de plástico de Font Vella, Lanjarón y Cabreiroá que encuentran en el Ártico… Contrastes brutales, ya está aquí la distopía que conocimos en los libros o en el cine del siglo pasado. He tenido que escuchar una emisora de radio dedicada a la música y a la cultura para enterarme de que el espionaje con un globo chino es un camelo, que todo lo que sale del Pentágono es una burda maniobra geoestratégica, que hay decenas de satélites (también chinos) capaces de radiografiar los poros de tu piel a 10 centímetros de distancia y, por tanto, es absurdo soltar, a miles de kilómetros de distancia, un artefacto incapaz de gobernarse entre corrientes de aire y todo tipo de fenómenos atmosféricos (y que, además, es visible por cualquier hijo de vecino… ¡vaya espía más chapucero!).

Mañana de manualidades, que uno está para un roto y un descosido. Estamos colaborando en la parte gráfica de las actividades que va a realizar la plataforma ‘Gambogaz para el Pueblo’ durante este mes. Mis conocimientos son muy limitados, dan lo justo para diseñar un pequeño folleto y algún cartel en formato A4 que los activistas de la plataforma van a repartir en Camas. Es nuestra humilde colaboración con la causa (además de participar en las reuniones, con Juan Morillo y Miguel Guerrero). También he estado trabajando en un mapeo de la provincia, donde ya tenemos aseguradas 60 candidaturas para las elecciones municipales, aparte de las que aún quedan pendientes.

(Previamente, en una reunión del consejo de administración de Sevilla Activa, me llama la atención la diferencia de trato que hace la secretaria entre «el señor presidente» y «la gerente»).

Mientras escucho que van a reponer en Filmin ‘Doctor en Alaska’ (esa serie maravillosa de principios de los 90 que ponían en La 2 a unas horas no aptas para madrugadores), mi hijo me cuenta que esta madrugada ha sentido algo así como una parálisis del sueño, que supongo similar a despertarte antes en tu cerebro que en tu cuerpo. Yo le he correspondido con una tarde de pánico en el interior de un vagón de metro que, según me contó Alfonso Romera, se pasa con un minuto de respiración profunda.

Una entrevista al historiador Ángel Viñas en RNE para cerrar el día. Brutal: para ponerla en bucle.

Miércoles, 8 de febrero.

Leo sobre Annie Ernaux una idea fundamental sobre la esencia de nuestro compromiso histórico: «Un gran movimiento social nunca se contenta con plantear reivindicaciones. Pone de manifiesto una aspiración colectiva a cambiar la vida; se apodera de sus participantes y los transforma».

Jueves, 9 de febrero.

Un individuo conduce por el interior del aparcamiento público como si fuera por la SE30. A Niña Polaca le caen tortas porque Díaz Ayuso utiliza una canción suya para un anuncio que insufla nacionalismo de ricos rancios a la comunidad de Madrid, a ese Madrid universal que retrata mucho mejor la canción de Señor Chinarro ‘El Gato de S’ («Al diablo con la melancolía / La mirada se pierde en la Gran Vía»). Mientras desayuno, un tipo afuera grita on and on por teléfono «¡Eso es una puta mentira!». Mundo exasperado. Nacho Vegas jamás habría vendido una canción a IDA.

El compañero Antonio Montaño, sindicalista de CC.OO, es el mejor animador de manifestaciones y concentraciones que conozco. Nunca falta a una movilización, su megáfono colgado del hombro y su chuleta con las consignas siempre a mano… hasta quedarse sin voz, a veces, y hasta afónico tiene todo el arte. A gente como él le debe la clase obrera muchas de las reivindicaciones conseguidas en décadas de lucha, no solo en las mesas de negociación, sino también a pie de tajo. ¿Cuántos kilómetros habrán recorrido sus piernas defendiendo derechos laborales y confrontando contra los recortes de lo público? Conmigo, desde luego, un puñado bueno, desde su centro de trabajo en el Tomillar hasta Dos Hermanas, desde Dos Hermanas hasta el Hospital de Valme, en las anchas avenidas de Sevilla con Marea Blanca, en Lebrija…

Viernes, 10 de febrero.

Me levanto tarareando ‘Raindrops Keep Fallin’ on My Head’ (interpretada por B. J. Thomas), una de las canciones más bonitas de la historia de la música pop, cuyo autor, Burt Bacharach, falleció ayer. Lo hago (tararear) para espantar los demonios que me arden por dentro tras escuchar a ese misógino alcalde fascista cuyos habitantes deberían desterrar del pueblo a patadas.

Cortando el viento camino de Fuentes de Andalucía, donde se vota en asamblea la elección de Francisco Martínez como candidato a revalidar la alcaldía del municipio. El lugar, antiguo hospital, totalmente rehabilitado como Centro de Interpretación del Barroco dedicado a los alarifes Ruiz Florindo, que están de aniversario. Llegando a casa al filo de la medianoche.

Sábado, 11 de febrero.

«Estuvimos en la calle, en el mercadillo de Camas. Repartimos unas trescientas octavillas e interpretamos varias veces el Romance de Gambogaz. Algún pequeño incidente con la intolerancia de quienes no soportan la verdad pero… a lo nuestro. No a las provocaciones». (Juan Morillo, vía WhatsApp).

Sobremesa al sol, después de la Coordinadora de IU Andalucía, terror en el hipermercado (ofertas de palmeras de chocolate gigantes), auriculares para escuchar las últimas novedades discográficas de M83, Ladytron y alguna canción suelta de Julia Holter o Brian Eno. Amaina un poco el viento que ha rasurado media provincia en estos últimos días, mi hijo en un cumpleaños, mi señora cuidando a sus padres (ay, Joel Fleischman, al menos tú cuidas del respiro familiar).

Martin Eden, socialismo freak.

Tras semanas de secano fílmico, amor, literatura y lucha de clases en ‘Martin Eden’ (2019) de Pietro Marcello; leo que está basada en una novela de Jack London y que fue ganadora del Festival de Cine de Sevilla. Le falta un puntito para ser sobresaliente.

Domingo, 12 de febrero.

Me aseo escuchando La Internacional en versión freerock 2022 de Michel Cloup (ojalá un himno así en las manifestaciones patrias). La nueva canción de Depeche Mode no está mal, pero su vídeo no mejora lo manido. Desayuno en el Moli con Manuel Tamajón, conversación en torno al centralismo democrático y la última llamada para poder organizar la formación de nuestros futuros concejales y concejalas noveles. En el camino de este domingo de sol casi primaveral, calles cortadas por mor de una ‘Carrera solidaria 091’ organizada por la policía, punto de partida en la comisaría conjunta.

Paseo por la circunvalación y los barrios del entorno. La iglesia portátil, parroquia San José, radia la misa por altavoces entre parcelas urbanísticas en barbecho y edificaciones abandonadas por la crisis del ladrillo. Otra comunión, la del fútbol, grita goool a un par de centenares de metros, rotonda de por medio. El viento de la semana se despide con el atardecer, las palmeras ya no se mueven, los vehículos y las personas con sus perros van de regreso a los hogares.