Antes de las 8,30 ya estoy sentado en un banco junto a la estación, esperando a Juan Morillo para desayunar en El Niño e irnos juntos a La Campana. Me trae un poema escrito a ordenador con enmiendas a mano, para leerlo en el antiguo cementerio. Así lo hace, después de las intervenciones de Rosario, José Manuel y el incombustible Antonio Caro. Antes, por el camino, fase de formación permanente, yo lo aburro con relatos intramuros y él me cuenta la historia de los restos calcinados de los republicanos que reposan a los piés de una placa que dice: «El pueblo de La Campana en recuerdo y homenaje a las víctimas de la Guerra Civil, cuyos cuerpos han sido recuperados y a los que aquí se da un entierro digno».
Tras la ofrenda floral caminamos por donde corrió la sangre calle abajo hace 89 años, desde la Plaza de Andalucía por el Paseíllo de los Trabajadores, y luego vuelta a la historia de la lucha antifascista con la visita a la stolperstein de Antonio Caro Jiménez1: nacido en 1917, deportado en 1941 a Mauthausen, asesinado el 14 de marzo de 1942 en Steyr.
«El pasado nunca muere, ni siquiera es pasado», escribió William Faulkner. Sucede en La Campana, donde, gracias a la militancia incansable de la izquierda, la mirada al pasado es también una mirada al porvenir. Allí, por la historia que vivieron el 2 de agosto de 1936, como en muchos otros pueblos de nuestra provincia, el derecho colectivo a la memoria nos enseña que todos somos víctimas del franquismo. Gracias por nunca olvidar.
El texto que lee Rosario Caro: Memoria y Dignidad. 2 de agosto de 2025. Antiguo Cementerio Municipal, La Campana.
Vecinas, vecinos, amigos, amigas…
Bajo esta tierra callada descansan hombres y mujeres que soñaron con un mundo mejor. Fueron vecinos, padres, madres, hijos… Fueron obreros y jornaleras, fueron jóvenes con sueños y viejos con recuerdos. Y un día, en un amanecer de verano como este, se los arrebataron todo.
Hoy nos reunimos en este rincón de tierra callada… en este antiguo cementerio donde el viento aún susurra sus nombres.
Nombres que durante demasiados años fueron ocultos, silenciados, arrinconados en las cunetas de la historia.
Aquí, bajo nuestros pies, no ha habido solo huesos. Aquf hay historias, hay sueños, hay familias truncadas, hay abrazos pendientes. Aqui están los hombres y mujeres que el 2 de agosto de 1936 fueron arrancados de la vida por el odio y la intolerancia.
cQuién puede caminar sobre esta tierra sin sentir un estremecimiento? i Quién puede mirar estas flores sin pensar en la ausencia de aquellos a quienes nadie Iloró en público durante décadas?
Ellos y ellas no murieron por accidente. Muchos de ellos murieron porque defendieron la justicia, la igualdad, la libertad.
Porque soñaron un mundo mejor. Y fueron castigados por soñar.
Pero hoy, 89 años después, sus voces vuelven a alzarse.
Vuelven a hablar a través de nosotros, que no aceptamos el olvido, que no aceptamos el silencio. Porque sabemos que la memoria no es abrir heridas; la memoria es cerrarlas con dignidad, con justicia, con verdad.
Muchos dijeron que era mejor pasar página, no remover el pasado. Pero el pasado no es un libro que podamos cerrar.Es una herida abierta en la tierra, en las familias, en la memoria de este pueblo.
Aqui, en La Campana, la historia también tiene nombre y apellidos. La historia también tiene voces que aún esperan ser escuchadas.
Hoy no venimos solo a recordar. Venimos a comprometernos. Porque la memoria no es una foto en blanco y negro.Es un acto vivo. Es justicia en presente.Es recordar a quienes fueron silenciados y decirles: ‘No os hemos olvidado. No os olvidaremos.’
Mientras quede una sola fosa sin dignificar, una sola víctima sin reconocimiento, este pais tendrá una deuda pendiente con su propia democracia. Y mientras sigamos aquí, nadie podrá enterrar el derecho a la verdad.
Que este acto sea más que un homenaje: que sea un recordatorio de que la historia se escribe con memoria, con verdad y con valentía.
Desde Izquierda Unida La Campana vamos a exigir que este lugar, el antiguo cementerio, se adecente como se merece, se proteja y se señalice como lo que es: un espacio de memoria, un espacio de dignidad. Porque mientras haya olvido, seguirá habiendo injusticia.
Permitidme terminar estas palabras, que siempre resuenan en actos como este:
‘Quien no tiene memoria no tiene futuro. Porque no hay futuro posible si no se construye sobre la verdad.’
Por eso estamos aquí. Por ellos y ellas. Por nosotros y nosotras.
iQue viva la dignidad de un pueblo que no olvida ni se resigna!
Por ellos y por todas las víctimas de la barbarie franquista:
jMemoria, justicia, reparación y verdad!
El texto que lee José Manuel Cadenas:
Hoy, 2 de agosto de 2025, no estamos aquí simplemente para evocar una tragedia del pasado. Estamos aquí para recordar con rigor, honrar con dignidad y condenar con firmeza las barbaridades e injusticias que sumieron a este pueblo y a este país en una larga noche, de más de cuarenta años de oscuridad y terror.
El 17/18 de julio de 1936, un grupo de militares traidores, movidos por el desprecio hacia la voluntad popular, perpetraron un golpe de estado infame contra la democracia legítima y votada de la II República. Lo hicieron, para su eterna vergüenza y para el sufrimiento incalculable de esa España que tanto decían defender. Un golpe de estado fraguado en los cuarteles y sostenido por los dictadores nazi-fascistas. No aceptaron que el pueblo hablase en las urnas. No toleraron que los gobiernos bucaran transformaciones necesarias y justas para acabar con los privilegios tradicionales de las castas oligárquicas terrateniente, eclesiástica y militar.
La traición de Queipo de Llano, un nombre grabado en la criminalidad y el dolor, hizo que nuestra provincia cayera rápidamente en las garras fascistas. La Campana pudo sobrevivir hasta ese fatídico 2 de agosto de 1936. Fue entonces cuando las tropas golpistas penetraron en el pueblo. Lo hicieron sembrando el terror y arrinconando a la población civil indefensa.
Lo que siguió fue una terrible violencia premeditada; casa por casa, una verdadera cacería humana. Se llevaron indiscriminadamente a todo aquel que los señoritos quisieron, sin juicio ni justicia alguna. Aquelos señoritos y asesinos que luego se encargaron con saña de la represión. Arrastraron a vecinos, a padres y hermanos, hasta la Plaza de Andalucía. Allí fueron asesinados. Los testimonios cuentan que 150 vidas fueron arrebatadas, arrancadas en cuestión de horas. Padres que dejaron familias desoladas e hijos huérfanos, hijos que dejaron a sus padres en una pena mortal, hermanos separados por el plomo de los asesinos y hasta una mujer embarazada a la que le fue arrancado su futuro.
Pero la infamia no terminó ahí. No todas las víctimas están aquí, algunas no pudieron ser encontradas debido al fuego que durante días fueron sometidos sus cuerpos. No les bastó con arrebatarles la vida, sino que intentaron borrarles de la Historia.
No permitieron que los familiares pudieran encontrarlos y darles sepultura. Así actuaban quienes se decían ‘nacionalcatólicos’, con una crueldad que eliminaba cualquier rasgo de humanidad.
Como señalaba al principio, el mapa del dolor es aún más amplio. Las víctimas que aquí yacen son el símbolo más desgarrador y por eso hoy les rendimos homenaje a ellos, a quenes tuvieron que huir, exiliándose de su tierra, hubo quienes tuvieron que afrontar la cárcel bajo torturas y trabajo esclavo, mujeres humilladas públicamente, rapadas y paseadas como trofeos por las mismas calles que hoy pisamos y heridos de guerra y del alma. Hasta hay quienes acabaron en campos de concentración nazis.
De esta forma, se instaló en La Campana la larga noche de la dictadura franquista. Se instauró el silencio de las pistolas, el miedo y la explotación como ley. Y mientras tanto, el hambre azuzaba. Durante décadas, los familiares de estas víctimas, los supervivientes, tuvieron que guardar su dolor en el más profundo de los silencios, temerosos de acabar igual o de no poder trabajar. No pudieron hablar, no pudieron denunciar, ni buscar justicia. Ni siquiera reclamar los cuerpos.
Y las historias de estas familias, la historia de nuestro pueblo no acabó con la llamada transición del 78, que no pudo o no quiso dar alivio a estas personas. Se priorizó una falsa paz sobre la verdad y la justicia. La llamada ley del olvido. Esta democracia que les dio la espalda hasta hace poco. Tardó demasiado, algunos no pudieron vivir para verlo.
Para finalizar, aunque es un acto colectivo, quisiera acordarme de tres personas. Antonio Caro, camarada incansable en la búsquedad de la verdad e impulsor de esto que vemos hoy. Antonio Oviedo Cadierno, quien ayudó a los arqueólogos a ubicar mejor la fosa; y -esto un poco más personal- a Nieves Ruíz-Galán (la de los cupones), prima mía y que compartió conmigo la historia de su padre, tioabuelo mío y que me ayudó a comprender mejor lo sucedido aquí.
Ojalá tengamos aquí una placa con sus nombres. ¡Verdad, Justicia y Reparación. Fascismo nunca más!
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- Hay coincidencia en nombre y apellidos con el camarada citado en el párrafo anterior, pero no hay parentesco familiar entre ambos (sí de lucha anifascista). ↩︎