Viaje a ninguna parte

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El dinero lo es todo cuando no lo tienes, pero, cuando lo tienes, vuelve más evidente lo que te falta.

Al poco de morir Rafael Chirbes, la escritora Marta Sanz le dedicó un precioso artículo en donde afirmaba de él que «encarna una figura aparentemente imposible: la del escritor marxista que a la vez es un escritor comprometido con la belleza y la violencia de cada palabra. El impulso de su literatura no es solo ético, sino también estético. No es solo ético, sino también político».

Seguramente hay genios, pero yo no conozco a ninguno, no que no los conozca personalmente, sino que no conozco sus obras. No existen hoy. Son cosas del pasado (…) un genio contemporáneo es el que le da de comer todos los meses a la familia con el sueldo base. Los peruanos los ecuatorianos los ucranianos polacos o marroquíes que recorren tres cuatro diez mil kilómetros atraviesan el desierto cruzan el océano pasan hambre y se y juegan a los chinos, o a pares y nones, a quién se comen en la patera, y consiguen llegar hasta aquí y se suben a un andamio o se meten a sesenta grados bajo los plásticos de un invernadero de Almería, y comen ellos y les envían la mitad del sueldo a los hijos señora cuñados hermanos suegra padres que tienen allí. Mis andamios están repletos de genios.

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Crematorio (2007), narrada como si cada personaje tuviera una máquina conectada al cerebro y trasladase al papel todo lo que piensa, es un «retrato coral de la España del pelotazo», una «obra maestra absoluta y una de las grandes novelas en español de los últimos tiempos». Para mí, una obra difícil de olvidar, como La mano invisible de Isaac Rosa o El padre de Blancanieves de Belén Gopegui. Tal vez mi trilogía personal de la literatura española más reciente, mi galería particular de seres humanos de ficción con los que me cruzo a diario por la calle.

Vosotros nunca os habéis equivocado porque no habéis tenido intención de ir a ninguna parte. Esperar a Godot.

Leo que Crematorio fue adaptada por Canal Plus en 2011 como miniserie de televisión de 8 capítulos, y que cosechó excelentes críticas; aunque, una vez leída la novela, palpados y hasta vistos sus personajes en el papel, dudo que me atreva a aceptar a Pepe Sancho como constructor Rubén Bertomeu, por muy buen trabajo que hiciera: prefiero la película que ya he visto en mi imaginación.

La economía es una actividad eminentemente nerviosa, y más aún la construcción, quizá la mejor metáfora del capitalismo. Crecer supone destruir, y de eso no tengo yo la culpa: crecer es no parar de crecer y construir es no parar de destruir. Se destruye algo para construir algo.

 

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