Cincuenta y cuatro años exactos

del Let It Be y todavía no hemos tomado (primero) Manhattan ni (después) Berlín. Los caucus de las gerontocracias en el supermartes episcopal y norteamericano se saldan con protestas y fuego amigo. En El País, Sergio del Molino define a Yolanda Díaz como «la ministra del tiempo» frente a la marquesa del tinto peleón: «Por esas rendijas de libertad horaria, los niños se crían con los abuelos o pasan 12 horas de tiempo nada libre en extraescolares, comedores y clases tempraneras». Cualquier persona proletaria lo sabe incontestable, lo ve a diario en las puertas de colegios e institutos.

20240306_091031

I’m guided by a signal in the heavens.

La mujer de Tchaikovsky, Jane Birkin y Tina Modotti.

Hoy se han reunido por primera vez, en la sala Prim (no por casualidad) del Congreso de los Diputados, los compañeros y compañeras de nuestro nuevo grupo parlamentario, conformado tras las elecciones del 23J, que se denominará «Grupo Plurinacional Sumar». La web de la cámara baja ha emitido en directo la intervención de Yolanda Díaz en este encuentro que, de vez en cuando, cambiaba de plano y me permitía ver a mis flamantes Engracia Rivera, Francisco Sierra, Toni Valero… (Lo que no he encontrado, al menos por ahora, es la grabación, que me gustaría tener porque se han apuntado líneas y métodos de trabajo muy interesantes para la legislatura que comienza).

Todo es posible en domingo.

Anoche me acosté fascinado tras escuchar partes de la décima sinfonía de Beethoven (sic) en una versión reconstruida por el musicólogo Barry Cooper a partir de bocetos y notas que dejó el compositor. No es 100% Beethoven y solo es un movimiento, pero emociona (no conozco la completada, más recientemente, con inteligencia artificial) y me sirve para borrar los nubarrones que dejan la cronología de Twitter o los últimos trolls de Facebook. Cuestión de equilibrios para no desgastar la mucha o poca riqueza mental que te queda.

Libros, canciones, películas y política.

La revolución asturiana de 1934 llama a mi puerta. Ayer leí sobre ella en el libro de Pasionaria y hoy he conocido la novela grafica La balada del norte, de Alfonso Zapico, que acaba de publicar su cuarto (¿y último?) volumen en la editorial Astiberri, una tetralogía comparable a «un episodio nacional dibujado» de Galdós. Pero mi economía doméstica no me permite llegar tan lejos: ya voy sobrado con recoger de mi librería del pueblo (Anteo, Dos Hermanas) los encargos que hice: El porvenir de la Humanidad (Eudald Carbonell, el 21 de febrero hablé de él) y Contra la sostenibilidad (Andreu Escrivá, id. el 1 de marzo). Ambos me han comentado la foto que he subido a Instagram (Carbonell por privado: «Conciencia crítica de especie!»).

Sumar en Sevilla.

«Yo parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como me son dadas», escribió Cortázar. Algo (mucho) de esa rebeldía se respira en el escenario y en el patio de butacas de cada acto de escucha de SUMAR como el celebrado este domingo en Sevilla. Y también, con el aforo cubierto, en las puertas del Palacio de Congresos, adonde Yolanda Díaz ha tenido que salir a saludar a centenares de personas que no han tenido posibilidad de acceder al interior.