Las amistad visibles.

Por algún disloque mental piensas en manos frías cuando vas a buscar el regalo de tu amiga invisible, igual que pones a Henry Mancini para las tareas domésticas o tu duermevela se despacha con una canción de Silvio Rodríguez («iba matando canallas con su cañón de futuro»).

Sumando en Marismillas (y el ladrón de fresas).

De regreso a Marismillas, esta vez en campaña para las elecciones generales (obviedad). Aquí me pasa como en Pedrera: me convierto en su embajador antes y después de ir, a todo el mundo se lo cuento. (Lo mejor de todo es que no son la excepción). En Marismillas están las mejores puestas de sol del Bajo Guadalquivir, dicho por su alcalde, incluso cuando arde la calle al sol de poniente. En las reuniones, actos y asambleas, de IU o ciudadanas, sean de lo que sean y a la hora que sean, hay legión de mujeres y presencia testimonial de hombres. Y lo más: nadie tiene prisa (o no parece tenerla, que yo sé lo que me digo).