Si vosotras paráis, se para el mundo

Ayer fue noticia un informe de la Caixa -nada sospechoso de ser comunista- en el que se hacía una prueba con miles de curriculums ficticios que enviaban a las empresas que solicitaban a personas para trabajar. Curriculums iguales, unos con nombres de hombres y otros con nombres de mujeres, para acceder a los mismos puestos. El resultado es que siendo iguales, las empresas escogen en un 30% más a hombres que a mujeres.

Eso en toda España, pero en Andalucía es peor.

En Andalucía hay más mujeres que hombres (un 3%). Y además, tienen más estudios que los hombres, están más preparadas; sin embargo hay más hombres con trabajo remunerado que mujeres. En Andalucía, casi 700.000 mujeres no trabajan fuera de casa porque trabajan en casa, dedicándose a labores del hogar. Son 700.000 mujeres frente a sólo 70.000 hombres, diez veces más. Y 9 de cada 10 mujeres cuidan de familiares.

La crisis de estos años ha afectado más a las mujeres que a los hombres, tanto en el empleo privado como en el público. En el caso de las administraciones públicas, la tasa de reposición ha afectado a más administrativas que a bomberos; hay menos maestras, pero más policías, que son trabajos más masculinizados.

En Andalucía, hay tres veces más mujeres que hombres con trabajos parciales, peor pagados y precarios. Echan más horas extra sin cobrar que los hombres. Y si es mujer joven, aún peor. Y si es mujer joven y trabaja en la agricultura, peor que peor.

En Andalucía, una camarera gana menos que un camarero, 3 de cada 4 mujeres no tienen prestación de desempleo, sólo un 5,5% de mujeres tienen trabajo indefinido.

Con todos estos datos, evidentemente las pensiones y las prestaciones por desempleo también son peores, casi un 30% menos.

Por tanto, no basta con una Constitución y unas leyes que promulgan la igualdad. La igualdad tiene que recorrer desde el Estatuto de los Trabajadores (y trabajadoras) hasta el Diccionario de la Academia de la Lengua. Porque he hablado de discriminación en el trabajo, pero ya sabemos que las desigualdades entre mujeres y hombres se da en todos los aspectos cotidianos, que ellas sufren maltrato y son asesinadas, que los recortes de servicios sanitarios, de dependencia o educación afectan más a las mujeres que a los hombres, que ellas son las que tienen miedo a salir por las noches, etc.

En un país que se dice democrático no puede haber democracia hasta que la discriminación no sea erradicada. Estamos mejor que hace 50 años, pero cuidado, no caigamos en el error de conformarnos con eso: hasta que no haya igualdad real, no se puede dejar de reivindicar. Si vosotras paráis, se para el mundo.