No hay democracia sin memoria, ni libertad sin recuperar a quienes se dejaron la vida por ellas

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Juan Morillo casi fue niño de 'La lengua de las mariposas' o de 'Tierra de rastrojos'. Se jubiló maestro de escuela para enseñarnos que la memoria nos reivindica libres, para recuperar a quienes lucharon por los derechos de nuestra clase. A personas como él debemos la derrota del tiempo de silencio.

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No os olvidamos. Sabemos quienes sois, cuál fue vuestra lucha, por qué os dejasteis la vida y quiénes os las arrebataron: sus nombres siguen señalando calles, plazas y edificios inocentes, lugares de ocio, cultura y educación, esparcimiento, todo lo contrario de lo que les dio la vida, todo lo contrario de lo que fueron, de lo que hicieron y representan. Un colegio no puede llevar sus nombres, una placa no puede rendir pleitesía a un asesino, ni a sus cómplices, una comisaría de tortura no puede blanquear sus paredes para acoger a huéspedes.

Esta mañana hemos vuelto a recordar al alcalde de Sevilla que no existe transición de impunidad, ni negocio urbanístico con la memoria del sufrimiento. No es ético: Espadas lo sabe, y dudo que mire para otro lado sin remordimientos, sin acaso una leve torcedura de gesto, una mueca por efecto reflejo de la historia de su partido político.

Por la tarde, la resiliencia. En Casa Sáhara, encuentros por una Gavidia Pública, pública como esa educación, sanidad y bienestar social que nos quieren arrebatar, la demolición controlada desde las trincheras de la desidia, el pelotazo, la especulación. Un abogado -Paco Tejado- y un arquitecto – Paco Ramos- necesarios para aportar pragmatismo a la topografía de las emociones. ¿Una empresa difícil? Tal vez, pero primer aviso: en vano ayer no.

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