Mi vecina será viral

La vecina de la tienda de abajo me contó ayer que lleva cuatro porrazos en la furgoneta en un mes. La pobre va renqueando y dice que si se da de baja no come. Así y todo asegura que ha tenido suerte, porque sus herramientas básicas de trabajo -el vehículo con que reparte y ella misma- aún siguen en pie, a duras penas y a expensas de que no haya mal de ojos de por medio, que aunque ella no cree en esas cosas, está por poner una vela a Santa María la Blanca.

No sé si ella, mi vecina de la tienda de abajo, sabe que Instagram ha puesto en marcha Stories, una especie de diario gráfico casi calcado de la ya existente (y en realidad como competencia a) Snapchat. Si la buena mujer utilizase esta novedad del gigante de las redes sociales, desde que se levanta al amanecer hasta que se acuesta a medianoche, seguro que su actividad le daría para un buen book con decenas de instantáneas, pero también, seguramente, le sería poco útil para ganarse el sustento (incluso le estorbaría) y, desde luego, no sería una publicación viral como, por poner un ejemplo, los vídeos del youtuber que enseña a ligar acosando a las mujeres.

Mi vecina, en su tienda y haciendo repartos con la furgoneta, echará tantas horas de faena como las que echan Vegeta777 y sus amigos grabando gameplays que ven millones de chicas y chicos cada día en todo el mundo. Ella no seguirá la máxima “Compórtate de tal manera que tu muerte sea escandalosamente injusta” (Javier Gomá, El país, 30 de julio), porque, aunque no le dé siquiera tiempo a pensarlo, en su cultura está la modestia obrera anónima, esa que es consciente de lo que hace como es consciente de la muerte. Ella, como la inmensa mayoría de las personas anónimas, es de las que hacen que el mundo gire. Y, aunque tampoco le de tiempo a pensarlo, junto a esa misma inmensa mayoría de heroínas y héroes anónimos, podría conseguir que el mundo cambie. Eso sí que sería viral.

Coordinador de Izquierda Unida Sevilla.

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