Marismillas como ejemplo

(Foto de Paqui López)

Tenía dos deudas pendientes con Marismillas. La primera, visitar esta ELA, donde tenemos alcaldía; la segunda, que con la visita rendía homenaje a Castor Mejías, compañero y amigo que nos dejó después de las elecciones municipales.

Ambas quedaron saldadas el miércoles, o al menos identificadas. Hasta pasada la medianoche, con Paqui, estuvimos repasando el estado de situación del futuro polígono, la necesidad de una depuradora, los problemas con Endesa, la falta de transporte público y la urgencia de habilitar un apeadero de RENFE, la situación de las carreteras del entorno (en realidad, meros carriles descuidados y peligrosos) y las dificultades financieras de un ayuntamiento que depende de Las Cabezas y que sólo cuenta con algo más de medio millón de euros para todo el año.

Me sorprendió de Marismillas los logros de una política de izquierdas, el cuidado de calles, parques, dotaciones públicas… todas hechas siguiendo patrones participativos (allí lo llaman «proceso vecinal») y teniendo en cuenta las necesidades reales de la gente, desde la preocupación por la accesibilidad hasta la búsqueda de alternativas de empleo para evitar la despoblación.

No me sorprendió, sino que me reafirmó, tener una asamblea donde las ideas fluyen con claridad y convicción. La vida en Marismillas transcurre con una cadencia distinta al vértigo sin sentido de las ciudades, es un ejemplo de que hay otra manera de desenvolverse en el mundo, mucho más cabal y atenta a la felicidad de las personas.

Tal vez la actitud colaborativa se forja con más facilidad en lugares como Marismillas, pero apuesto a que ese «de puertas para adentro» tiene mucho más que ver con la personalidad de quienes observan, piensan y actúan logrando lo posible persiguiendo lo imposible.