Luz en Pico Reja

Emociona visitar la fosa de Pico Reja, al fondo del cementerio de Sevilla, justo al lado de las tumbas de los musulmanes que colaboraron con Franco en la aniquilación de los represaliados republicanos, muchos de los cuales cobraban despojando a sus víctimas de cualquier objeto de valor que llevasen encima antes de asesinarlas.

Esta mañana, con la guía del maestro Juan Morillo y de las personas que están trabajando en la exhumación de los restos, hemos recibido una verdadera enseñanza sobre las cualidades más miserables del ser humano: cómo mataban, expoliaban, violaban, amontonaban, ocultaban y tapaban sus delitos los secuaces del fascismo, un verdadero sistema de terror que también ha servido para matar, expoliar, violar, amontonar, ocultar y tapar la verdad, la justicia, la reparación y, visto lo visto, hasta la garantía de no repetición de unos crímenes que permanecieron impunes y permanecen aún desconocidos por la mayoría de nuestra sociedad actual.

Viendo los cráneos agujereados, los esqueletos tumbados boca abajo, las capas sedimentadas de huesos de personas enfermas e indigentes mezcladas con las de fusilados, uno entiende mejor por qué algunos (muchos) dicen aquello de «no remover el pasado»…

Como en Pico Reja, los puños de nuestros muertos republicanos se levantan en la memoria cada vez que una fosa se abre y la historia escondida ve la luz. No, no fueron solo las cámaras de gas nazis, aquí el horror también tuvo la firma de nombres y apellidos, algunos ilustres, que hoy perduran en consejos de administración (de las eléctricas, sin ir más lejos), poderes fácticos y altas instancias del Estado.

Y una enseñanza más. Ya lo escribió Terry Eagleton: «Lo que incita a hombres y mujeres a la rebelión no es el sueño de la liberación de sus nietos sino el recuerdo de sus antepasados oprimidos. Estamos aquí para agitar en nombre de los que ya no pueden hacerlo: los muertos».