Leyendo: ‘El pueblo. Auge y declive de la clase obrera (1910-2010)’ (y III)

(Fotografía de Álvaro Minguito para LaU)

Casi cuatro décadas más tarde de la gran huelga en Gran Bretaña, el 9 de mayo de 1962, se produjo un encierro de mineros en los pozos de Puertollano (Ciudad Real), que posteriormente fue apoyado por el mayor paro de trabajadores que tuvo lugar desde la República. Lo llamaron la «Huelga de los 30 duros», y la referencia Mariano Asenjo en su columna de junio de Mundo Obrero.

En una y en otra, Selina Todd y Asenjo coinciden en las conclusiones; en el caso hispano, «Se aplastó la revuelta, hubo detenciones, despidos… Pero se inició un camino imparable en la lucha contra la dictadura franquista. No fue en vano. Se lograron mejoras que el régimen disfrazó como subidas a la producción del carbón».

No creo hacer spoiler de una obra que analiza la historia del pueblo de un país tan importante como Gran Bretaña. Como en el caso de nuestro Josep Fontana, ‘El Pueblo’ no se limita a contar la historia de los que han gobernado «sobre la base de que estos son quienes han nutrido los ‘valores británicos'», sino que narra, en base a cientos de relatos de personas recopilados por diversos estudios durante un siglo, la historia de quienes, como Carol Hinde (abuela en el año 2000, tras haber trabajado durante toda su vida adulta), sostiene «Soy de clase obrera» por el motivo más llano posible:

«Vas a trabajar. Y necesitas ir a trabajar para vivir. Eso es lo que significa clase obrera para mí».

Carol Hinde, abuela, año 2000.

La clase obrera británica se convirtió en «El Pueblo» durante la Segunda Guerra Mundial, donde el pleno empleo no llevó a la igualdad social, pero sí convirtió a trabajadores y trabajadoras en una fuerza económica y política extremadamente importante. Después de la guerra «sus vidas cambiaron gracias al sindicalismo, la vivienda pública, la educación gratuita y la sanidad pública» que la clase obrera británica arrebató al gobierno laborista.

El mayor momento de prosperidad llegó en la década de 1960. La pobreza no fue erradicada, los laboristas preferían fomentar la meritocracia a legislar contra las desigualdades, muchos legisladores y poderosos «ya estaban decidiendo que el Estado del bienestar y el pleno empleo eran lujos que impedían que las ganancias aumentaran tan rápido como les hubiera gustado», mientras que los gobiernos conservadores «instaron a sus votantes a que cuidaran de sí mismos en lugar de depender del Estado».

Lo que vino despúes (la crisis del petróleo en 1973, los gobiernos de Thatcher, el Nuevo Laborismo de Tony Blair…) hasta la actual última crisis (que seguimos sufriendo y que ha sido y es peor en España que en Gran Bretaña), llevan a Selina Todd a las mismas conclusiones a las que llegamos aquí, incluso para «determinados grupos» que (como en España) «eligen distinguirse como clase media»:

Durante tres generaciones, profesionales y trabajadores asalariados altamente cualificados han sido capaces de creer que, como ellos, sus hijos disfrutarían de la misma o mejor educación, mayores ingresos, seguridad en el empleo, y vivienda. Pero ya no es el caso. 

En las primeras páginas del libro de Alberto Garzón ‘Por qué soy comunista’ se propone el siguiente juego: el Universo tiene 13.800 millones de años; la escritura nació en Babilonia hace más de 5.000 años; y el capitalismo nació hace unos 300 años, con el laissez faire del fisiócrata François Quesnay y ‘La riqueza de las naciones de Adam Smith’. (Este último es tan importante para el capitalismo que si escribes Adam en tu tablet o móvil con escritura automática es probable que te aparezca el apellido inmediatamente). Pues bien, si colocamos estos acontecimientos en un calendario de un año, siendo el 1 de enero el comienzo del universo, la escritura habría aparecido a las 23,59 h. del 31 de diciembre y el capitalismo 3 milisegundos antes de finalizar el año. 

Conclusión: parece que el capitalismo lleva toda la vida existiendo y es sólo una mota de polvo en la historia del universo.

En «El pueblo» compruebas que la historia es la historia de las conquistas sociales «logradas por gente corriente, que buscaba un mayor control sobre sus vidas; no sólo a través de la papeleta de voto, sino en sus lugares de trabajo y en sus calles». Esta enseñanza lleva intrínseca la esperanza de que, si en el pasado hubo luchas que obtuvieron resultados, es posible crear un futuro mejor. Incluso cambiarlo.

P.D.: Como no soy buen analista de libros, aquí te dejo un excelente artículo sobre ‘El pueblo’: escrito por Juan Andrade en la revista digital LaU.