Gopegui, von Trier, Thompson, Triana, Ocaña, Nazario

Abro el libro. Tras la dedicatoria, la Primera Parte (1) empieza así: «Las voces narradoras, según se ha confirmado, atraviesan muros, leen los pensamientos, recuerdan al pie de la letra las conversaciones, describen escenarios, muebles, la ruta evanescente de la luz entre las hojas de los árboles. Poseen, además, el don de la recolección». Y caigo en la trampa.

Me había propuesto no asomarme a ‘Existiríamos el mar’ antes de acabar ‘La formación de la clase obrera en Inglaterra’ para devolvérselo a su dueño (es prestado por) Manuel Tamajón. Pero es domingo y en un lapso, después de asociar un artículo sobre la exposición de Nazario en el CAAC con una canción de Triana (2), voy a juntar los últimos libros comprados en la mesita/sala de espera del dormitorio y…

Pero no, tras ese primer párrafo (qué preciosa manera de evitar el masculino «narrador» en una frase tan -perdón por el palabro- saramaguiana), lo he dejado en donde estaba previsto, gracias a la inestimable ayuda de una hoja de ejercicios de inglés que mi hijo atravesó en el camino.

(1) Un libro empieza así y es normal, pero me he acordado de cuando estrenaron ‘Dogville’ en el Corona Center, nada más empezar la película con el rótulo ‘Primera Parte’, y en la butaca de atrás alguien dijo «¡Ya empezamos!». Todo el mundo rió.

(2) Bueno, no es exactamente así. En el texto sobre Nazario hay un enlace de referencia a un artículo dedicado a Ocaña, titulado «Ocaña: setenta años del pintor travesti que se fue vestida de sol», y eso me llevó al coro de niños que repetía «Iba vestida la aurora con rayos de sol / y en los cabellos prendida llevaba una flor» en el tema de Triana ‘Llegó el día’. Ocaña murió en 1983, mismo año de la publicación del disco. ¿Homenaje? ¿Alguien de la tribu trianófila que me saque de la duda/suposición/casualidad?