Evitar los renglones torcidos

La importancia de escribir a mano puede ser ninguna o toda. El 15 de febrero, desayunando en Fuentes de Andalucía, el maestro Juan Morillo me contó la mañana que llevó sus papeles clandestinos al archivo histórico de Comisiones Obreras. Cuando puso en el mostrador la caja con todo, la compañera apartó a un lado folletos, periódicos y documentos impresos («esto lo revisaremos por si nos falta algo. Si no, lo reciclamos») y los manuscritos a otro («y todo esto nos lo quedamos»).

Esa anécdota fue un empujón intelectual (por llamarlo de alguna manera, ponerle una etiqueta). Nada que ver con la desconfianza hacia la modernidad: escribir en un teclado es más rápido, usar Drive de Google es lo más cómodo que conozco para que nada me falte en ningún momento (en Google encantados de que lo piense).

Cuando murió mi padre, pregunté por unos cuadernos que él mismo se hacía a mano, con cuartillas e hilo rojo, para escribir los partes de trabajo en el cuartel. Parece que él mismo los tiró sin memoria mucho tiempo atrás. Las cosas se echan más de menos cuando son irrecuperables: sólo conservo su Olivetti Studio 44 y una humilde pluma a la que le tengo perdida la pista.
   
El miércoles pasado se me acabaron los cuadernos de rayas que compro en los expositores de Moleskine; son esos que tienen 40 hojas, tapa de cartón marrón o azul, que vienen de tres en tres. Me gustan porque tienen las líneas más juntas que otros, pesan poco y no dañan el interior de la maleta con espirales metálicas, porque están cosidos. Así que ahora estoy utilizando un cuaderno de viaje que me regaló mi amiga invisible (Maribel) hace tres o cuatro años; tiene las hojas en blanco, así que me he elaborado una plantilla pautada para no escribir con renglones torcidos (ventajas de disponer de tiempo un domingo que mi agenda -de Google- tenía anotada una asamblea en Gerena).

A diferencia de lo que popularmente se cree, fue Tina y no Diego Rivera quien introdujo a Frida en el Partido Comunista. Tina también influyó en la apariencia de Frida, alentándola a vestir de manera más sobria, como era ‘propio’ de una comunista. Por eso, durante un breve periodo, Frida llevó faldas y blusas sencillas, un estilo que era el sello particular de Tina en una época en que muchas de sus amigas usaban prendas étnicas. Sin embargo, más importante aún fue el hecho de que Tina uniera a Frida con el hombre que cambiaría radicalmente su vida, Diego Rivera.

Hoy he terminado ‘Tina Modotti. Fotógrafa y Revolucionaria’, de Margaret Hooks.

P.D. Ya he puesto la tilde que falta a la palabra mal acentuada en el cuaderno.