Compositoras olvidadas

Elisabeht Maconchy

Venecia, 1568. Maddalena Casulana, primera mujer que publica su propia música, desafía el «necio error de los hombres» que los lleva a creer que son los únicos poseedores de los «elevados dones intelectuales» necesarios para componer, y señala que tales dones pueden ser «igualmente comunes» entre las mujeres.(1)

Basándome en el libro de Anna Beer, ‘Armonía y suaves cantos. Las mujeres olvidadas de la música clásica’ y a la crítica que le hizo Pablo L. Rodríguez recientemente, he creado una lista de reproducción en Spotify y otra en YouTube (insertada en este mismo artículo, más abajo) con música de una veintena de compositoras ignoradas por la historia, las salas de conciertos y las programaciones de coros y orquestas.

Boston, 1885. La joven Amy Beach no recibió clases de composición porque su marido creía que la instrucción arruinaría su talento «natural»: como explica la especialista A. F. Block, «aquí vemos, de manera implícita pero evidente, que el doctor Beach daba por supuesto que el talento musical de su mujer era fruto de la intuición; un don, no un oficio aprendido; algo que se recibía, en lugar de adquirirse».(2)

Las compositoras son Gracia Baptista, Maddalena Casulana, Francesca Caccini, Barbara Strozzi, Elisabeth Jacquet de la Guerre, Marianna Martines, Fanny Mendelssonhn, Clara Schumann (las dos únicas conocidas por sus apellidos), Elisabeth Maconchy, Johanna Kinkel, Rebecca Clarke, Amy Beach, Lili Boulanger, Grazyna Becewicz, Galina Ustvolskaya, Rosa García Ascot, Florence Beatrice Price, Grace Williams, Elisabeth Lutyens, Hildegard von Blingen e Isabella Leonarda.

(1) y (2) contienen textos del libro de Anne Beer.