Un año más, no ha sido fácil, con salud, sobreviviendo y enamorado, tocando madera para que el porvenir no me sea indiferente. Asumo el paso del tiempo con cierta benevolencia, pero no autocomplaciente, con la fortuna de estar rodeado de tantas personas tan, tan bonitas, que compensan todos los desatinos propios y ajenos. 56 años dan para echar de menos a quienes ya no están, de quienes he bebido tanta experiencia, para continuar disfrutando de quienes aún me queda mucho por aprender. Qué suerte la mía habernos conocido y seguir conociéndonos. El futuro será lo que tenga que ser, pero mientras tanto, gracias por seguir ahí.
Categoría: egotrip
Retales personales de la semana.
Lunes a domingo. Por fin el verdadero otoño. Soy más de Silvio Rodríguez, pero Eternamente Yolanda. Inevitable empatizar con Luis Enrique desde que supe del fallecimiento de su hijo. «El flamenco ha muerto». El esperpento de Antena 3 y ABC. Me encanta Madrid / Madrid me mata. ‘Verano en Brooklyn’ a media tarde.
(más…)El remitente
En la casa de mi infancia (un piso bajo de vpo en ‘El Espolón’, edificio de 50 viviendas con una sola puerta de salida, en la barriada Juan Sebastián Elcano de Dos Hermanas) había una radio Philips de los años sesenta, donde mis hermanas escuchaban ‘Lucecita‘ y mi padre ‘El tío y el sobrino‘. También había un tocadiscos Cosmo 751, donde me aprendí de memoria el ‘Congratulations’ de Cliff Richard o singles de Pop Tops, James Brown, Los Bravos y hasta de los Smash, que aún conservo. Hace tres lustros, por desgracia, dejó de funcionar un ventilador Taurus, de esos que aún se venden en Wallapop y sitios similares. Y me queda una máquina de escribir Olivetti, que por entonces ocupaba un lugar preeminente en el salón de casa, bien protegida dentro de su maleta, sobre un mueble con ruedas, atril extensible y tapete de ganchillo, uno de los que mi madre manufacturaba en sobremesas y noches de películas de tiros en la televisión.
(más…)Luna de agosto
Cada agosto de cada año vuelvo a aquella preciosa canción que Radio Futura dedicó a la madre y señora del mosto morado, que nadie puede probar. Creo que la última vez que bebí buen vino fue cuando Paqui y Ana se llevaron de casa dos de las mejores botellas al tanatorio para brindar por Carlos, tal vez el más bonito homenaje que se le pudo hacer para su despedida material de este mundo, que no de su memoria, que nunca se me escapa, ni desfallece, que me permanece insomne. Lo recordé entonces con una sencilla canción de Moustaki que habla de evitar ése día la tristeza, de comer y beber y tocar la guitarra y hacer el amor.
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