No sé si

el arte es imprescindible para que la gente reaccione contra el creciente espectro del fascismo, como dice Laetitia Sadier; o si la tecnología dinamita las estructuras de poder y eso hace de ella un poderoso agente liberador, como dice Laura Spiegel. No suenan mal, pero apuntan a spoiler de una esperanza intelectual. Se cumplieron ya seis años de aquella huelga general feminista en la que cinco-coma-tres millones de trabajadoras españolas se echaron a la calle y la más multitudinaria manifestación de la última década colapsó media Sevilla y muchas ciudades en todo el país. Algo hizo crack ese día, como el lejano ocho de marzo de mil novecientos diecisiete que encendió la mecha de la revolución soviética; pero no: tras el colapso sobrevino el temblor y el vértigo, se alejó el horizonte, nos engañaron con la primavera, no soy neutral y yo eso lo llevo mal fatal.

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The walls are falling down, cultures are communing.

¿Dónde estabas tú

tal día como hoy en el ochenta y tres del siglo pasado? El mejor doce pulgadas de todos los tiempos cumple cuarenta y un años, a lo mejor ni habías nacido. A mi archivo histórico analógico incorporo una fotografía de tres lustros más atrás, cuando mi primer cumpleaños en El Volante (hoy cerrado) de La Luisiana (gracias, Consuelo). Me cuenta Luis Escamilla que la vio en Marinaleda por cosas del azar: se la enseñó el alcalde de Casariche, que casualmente es nieto de la mujer que me lleva en brazos en la foto.

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Those who came before me lived through their vocations.

Cincuenta y cuatro años exactos

del Let It Be y todavía no hemos tomado (primero) Manhattan ni (después) Berlín. Los caucus de las gerontocracias en el supermartes episcopal y norteamericano se saldan con protestas y fuego amigo. En El País, Sergio del Molino define a Yolanda Díaz como «la ministra del tiempo» frente a la marquesa del tinto peleón: «Por esas rendijas de libertad horaria, los niños se crían con los abuelos o pasan 12 horas de tiempo nada libre en extraescolares, comedores y clases tempraneras». Cualquier persona proletaria lo sabe incontestable, lo ve a diario en las puertas de colegios e institutos.

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I’m guided by a signal in the heavens.

«Las ideas pueden ser

como los anacardos: al pelarlos, hay que evitar el ácido para poder llegar al fruto». Lo tengo subrayado en la página 101 de Socialismo de medio planeta; también estas dos frases: «En las trincheras de la crisis medioambiental, o se es marxista o se es maltusiano» y «los conservacionistas deben romper sus vínculos con los guardianes del statu quo capitalista -los plutócratas, los charlatanes y los mercenarios- y unirse a quienes pretendemos ser sus sepultureros».

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Waiting on the lightning.

El detector

de trazados en mi particular mapa de geografía humana indica que recorrí 2.351 kilómetros en febrero, la mitad en transporte público y el resto esparciendo residuos de combustibles fósiles en segundo plano, cual agüita amarilla de Pablo Carbonell. Me hace sentir bola de Dragón Z en busca del Planeta B, con mi pequeño Nissan in the mood of Falcon, la regla que confirma la excepción del 2% de trayectos a pie, un equivalente al ida y vuelta de casa a Sevilla. Ojalá los idus de marzo me sean propicios para condonar semejante huella ecológica.

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Let me show you the world in my eyes.

Hay veces en que un huevo

es igual a una castaña y/o los obstáculos son el camino; que, como dice Ismael Sánchez, el mérito es seguir vivo (versión punk de la maravillosa Lo raro es vivir de Martín Gaite). En la radio entrevistan a Jordi Sevilla. Sus reflexiones sobre la partitocracia son interesantes, aunque están contaminadas por el historial político del autor que las conduce. En la película del fin de semana pasado sonó Heaven Knows I’m Miserable Now, pero el joven nostálgico amanece con las lágrimas de Juliette Binoche al escuchar Electricity.

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Losing my religion.