Categoría: películas

celuloide

Todo en orden dentro de la gravedad:

en plena superbowl de la hipocresía política, la caverna mediática envía sus tractores en socorro de Feijóo, mientras Ayuso duda entre el beso de Taylor Swift o el neocountry de Beyoncé. Narcolanchas y cayucos, intermitencias de la muerte.

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Marco en mi agenda de hitos vitales

el 10 de febrero de 2024 a las 20,00 h. como el primer día que asisto a un concierto de clásica con mi hijo. Él tiene 14 años, yo 57 y la partitura de la obra que escuchamos cumplirá 300 en apenas unos meses. Solo puede existir aquello que está obligado a repetirse. Las Cuatro Estaciones, toda una colección de hits, auténtico pop ma non troppo. Y mi hijo, como su padre: «El que más me ha gustado, el Invierno

Las consecuencias del amor

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Un facherito andaluz y Amarcord.

Vi una parte del debate: nadie explicó lo que se sometía a votación. Sin internet, la política y las discográficas estaban en manos de abogados; ahora lo están en manos de posteadores y tiktokeros, butroneo precocinado para colonizar X o unos segundos de postureo supuestamente random.

Fellini

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Nadie sin su papel.

Fin de semana de asambleas en La Campana (viernes), El Viso del Alcor (sábado) y Huévar (domingo). Entre medias, videoconferencias on the road, ratos de música y escapada al cine. De lo uno: tanto escuchar a Kortez ha dislocado los algoritmos de la app de música por streaming que me recomienda novedades. De lo otro: el retrato del lumpen finlandés en Kaurismaki es un alegato de la dignidad del proletariado. Fallen leaves está en pocos cines, pero se proyecta en infinidad de hogares; su sentido del humor quema igual que la escarcha: los ambientes sórdidos atraen, las conversaciones son cortas pero dicen largo, los rostros hieráticos de los personajes seducen, lo secundario interpela y reclama la atención (un cartel de ‘Prohibido fumar’, la comparación de una película de zombis con Banda aparte de Godard, la pareja caminando al final…).

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Rancio, Vintage o Clásico.

«La libertad es ir tú solo en el coche», dice el anuncio del utilitario. Delacroix, Henry Ford y Ayuso de profundis, siglos clamando al mismo patrón. Afirmó Alma Mahler que el buen gusto es el fin del arte, pero ¿Arévalo es un clásico? Yo creo que un clásico es aquella noche de 1960 en que El Fary recogió con su taxi a Ava Gardner y la paseó por medio Madrid. Que es La Novena Sinfonía de Douglas Sirk, los rostros hoy-imposibles de sus personajes. O la voz decimonónica de Walt Whitman recitando América, el primer audio de un poema grabado en la historia del ser humano. Un clásico, en modo muy personal, es ese grupo de whatsapp Rancios no, somos vintage, que creamos cuando los sectarios envenenaron las municipales del 2015 y nos conjuramos, como el poeta Carl Sandburg, en el convencimiento de que “nada sucede a menos que primero lo soñemos”. Yo, Claudio: el gangoso eterno, él sí que sí.

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Alma y los versos sáficos.

A las diez y veinte de la mañana recibo una foto de un recién nacido sobre su nido del hospital público: «Luis Domingo Escamilla Galán ya está en el mundo». Insinuación gráfica evidente: otro bético más. (Para no gustarme el fútbol, estoy que me salgo). La mañana vacacional transcurre tibiamente entre los hechizos de la Celestina (a través del diario de Elicia) y las canciones de Tulsa; la tarde, hasta la puesta de sol, de recorrido fotográfico y mitológico (a través de los versos sáficos de Christina Rosenvinge). Y la noche, tras la cena, con Alma Mahler y Kokoschka: «Él no te dejó vivir, yo no te dejaré morir».

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