En defensa del medio rural

Si le preguntamos a cualquier niña o niño por el trabajo en el campo, seguramente diría que es muy importante, porque sirve para alimentarnos y eso es básico para la subsistencia de las personas. Esa pedagogía inocente se pierde con la edad, pero es básicamente cierta, tan cierta como que ser jornalero/a debería considerarse una actividad digna de privilegios y no de semiesclavitud.

El sector primario es básico, tanto que forma parte integral de la historia de la explotación del ser humano, las guerras y las luchas por el poder de la tierra, el agua y la ganadería. Hoy, aquel señorito latifundista del campo sevillano no sólo recibe el fruto del sudor jornalero, sino también el de las políticas agrarias europeas, las subvenciones de las diversas administraciones y las nuevas formas de contratación especulativa.

Por eso el Manifiesto en Defensa del Medio Rural que hoy hemos apoyado va más allá de la mano de obra de 130.000 personas en la provincia de Sevilla. Es una apuesta por el cambio del modelo productivo, de desarrollo de nuestros pueblos y de concepción del trabajo en el campo. Si en su día se aprobó una Ley de Reforma Agraria que no sirvió para expropiar ni una maceta, hoy necesitamos ir más allá y meterle mano a todo el sistema de producción de nuestro sustento natural, desde la semilla que se fabrica en un laboratorio de una multinacional hasta que nos ponemos el guante de plástico para coger un kilo de melocotones en la tienda. Si no dignificamos el trabajo en el campo, seguiremos actualizando el modelo de los siervos de la gleba.

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