Tengo el mismo tornillo suelto

que Paterson / el conductor de autobuses de Paterson / (la ciudad) / en la película de Jim Jamursh. / Paterson escribe poemas / (que parecen prosa) / y se niega a usar teléfono móvil / (he bajado 47 minutos la media / y aun así casi 4 horas diarias). / Montas un mueble del Ikea / y al final del proceso / te queda un tornillo / y no sabes si falta o sobra: / ése mismo, / Paterson y yo. / (Ambos más de Loie Fuller que de Isadora Duncan).

Mamaina

Harmony of Spheres.

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Salí a buscar el rayo verde

en el horizonte troquelado de Madrid tras una jornada compartiendo reencuentros, historias comunes y nuevos caminos por recorrer. Resultó que cuatro o cinco señoras mayores pasaron por la puerta de La Nave; una preguntó qué sería aquello, otra respondió que una cosa de política y una tercera que todos los políticos son unos chorizos (confirmación del coro al unísono). En el viaje de vuelta, chocolatinas, snacks y galletitas de máquina para cenar, más cabezadas que miradas a los móviles o los libros, cansancio del sábado noche y repaso a las noticias de la prensa digital: en Diario de Sevilla, las veintitrés primeras entradas dedicadas a la semana santa (es verdad que la lluvia) y las ocho siguientes al expresidente del Betis (es cierto que el morbo). On the road terminé Socialismo de medio planeta y es tras ese the end cuando las dos citas del comienzo se clavaron en el centro de la diana, especialmente la segunda.

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Un fenómeno celeste no es tan espectacular.

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Hay un hombre en España

que lo hace todo. Hoy se llama Koldo, Dani, es novio de Ayuso y es Rubiales, y va de romero en un caballo de José Manuel Soto. No necesita escaño en ningún parlamento, ni redactar el BOE, piensa que la democracia es cosa de desarrapados, el precio de todo y el valor de nada, una suerte de beneficencia que fastidia lo suyo ma non troppo. A fin de cuentas, para él España solo es un país, unas gitanillas en un arriate de un balcón de la torre de Babel donde únicamente él habla un mismo idioma. Y también hay una mujer en España. Nadie sabe su nombre. De las víctimas se informa y se opina, pero no se habla.

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El muchacho de la bufanda

(hoy del Betis) dibuja figuras geométricas en una libreta (distinta a la de ayer) mientras espera el autobús. Me he fijado: no es tan muchacho, y maneja el bolígrafo de manera tan compulsiva como habla. Dice: «Me puedes mentir todos los días, pero no me puedes engañar todos los días». Se levanta, da la vuelta a la marquesina y vuelve a sentarse. Ojalá me regale alguna vez una de esas libretas cuando las acabe de llenar.

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We love the city because it lets us down.

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Primer día de mi vida que me vetan

en una reunión. La marcaremos en el calendario; el veto es una suerte de reconocimiento. Parece que la derecha se envalentona, vuelve la burra al trigo, MAR ejerce de matón con una periodista de eldiario.es y en instancias de menudencias (la agencia pública de viviendas de la Junta de Andalucía, AVRA) se excusan diciendo que un político no tiene que asistir a una cita entre instituciones. Saben que mi presencia molesta porque un servidor fue director de vivienda y rehabilitación en esa agencia, que puedo cantarles las verdades del barquero, y saben también que no la iba a liar parda de antemano, pensando que en este caso el fin justifica los medios, que más vale ciento volando.

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New star in the sky.

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Toda civilización tiene

un envés de barbarie. Repasando citas pasadas, encuentro esto que el compañero Raúl de Montequinto me escribió en WhatsApp: «Una vez leí un cartel en el mayor ‘manicomio’ de Buenos Aires que decía… ‘Nosotros estamos aquí dentro para que los de fuera crean que están cuerdos’». Esa frase me traslada a un libro de Inger Christensen que me regalaron por mi cumpleaños, Eso, donde todos los pacientes de un centro psiquiátrico se ponen de acuerdo para decir que nieva y, al cabo de un rato, el personal sale al jardín a dar vueltas, corriendo y

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No hay por qué desconfiar si la locura ha decidido ya por ti.

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