El bello verano
En la sala de espera de la consulta del oftalmológo, los móviles suenan a volumen de otorrino. Mis glándulas han vencido a los chalaciones gracias al tratamiento, a la manta eléctrica «durante el tiempo que dura un telediario» y a la higiene ocular con champú para niños. Aunque mis ojos aún conservan restos del naufragio, ya no es tan obligado ir a las manifestaciones en modo Martirio. Gracias mil, Alfonso Romera, oculista bro de la vista.