«Hussein, el mayor del grupo, pide que se acerque un miembro de la tripulación. «Por favor, llama a mi hijo cuando lleguemos. Dile que su padre ya está en Barcelona», dice el hombre sirio. Se emociona. Sus compañeros corren a apoyarle y consolarle. Tras siete años atrapado en Libia, está a punto de pisar Barcelona».
Así describe Gabriela Sánchez en El Desalambre un momento de la llegada del Open Arms a puerto seguro. Hussein es de los más afortunados: no se puede cuantificar el número de personas que se han dejado la vida en el Mediterráneo, ni las que han sido o son torturadas, violadas, vejadas… durante meses o años, en manos de las mafias, o de gobiernos sin gobierno de los Estados que se encuentran camino de Europa. La mayoría, seguramente, ni siquiera conocerán el destino que buscan, sino otro igual o peor del que huyeron, o la muerte.