Cuando cierras un colegio, lo que se pierde no se recupera

Yo cambiaría mi traición por compromiso,
Pero en el fondo del compromiso hay una traición mayor.

Hubo un tiempo en que faltaba de todo y el Estado necesitaba llegar a acuerdos con las escuelas privadas para atender las necesidades educativas de niñas y niños, mientras se construían centros y se creaban plazas públicas de personal docente suficientes.

Todo esto ha cambiado: ahora se traslada alumnado de los colegios públicos a los privados concertados, de tal forma que suba o baje la natalidad, haya crisis o bonanza, siempre hay una excusa para recortar el derecho a una enseñanza pública de calidad.

No tengo certeza documental de lo que pone esta noticia de Diario de Sevilla. Obviamente. Pero hay sobradas muestras de que la educación, como la sanidad o los servicios sociales, también es un buen negocio. Y si metes enmedio la especulación con suelos, negocio redondo.

Cerrar un colegio conlleva muchos sacrificios familiares, individuales y colectivos, incluso emocionales muy fuertes (hoy he podido comprobarlo en boca de muchas madres y algunos padres del CEIP Cervantes). Esa pérdida nunca más se recupera, no hay paso del tiempo que lo resuelva, pero ya sabemos que los negocios no computan en sus cuentas de resultados el sacrificio social que significa cerrar un colegio. Por eso toca movilizarse, porque sin movilización no hay causa justa que triunfe. Vamos a intentarlo, porque vamos a conseguirlo.